En 1946, Edgar Kaufmann, hombre de negocios y filántropo, muy relacionado con el mundo de la arquitectura y el diseño moderno, encarga a Richard Neutra una casa en el desierto de Palm Springs (California). La opción es significativa, ya que Kaufmann había sido el cliente de Frank Lloyd Wright para su Casa de la Cascada (Pennsylvannia,1934); al parecer, la mayor vinculación de Neutra con el paisaje californiano lo inclinan a favor de éste, dejando abiertas las posibles comparaciones entre ambos arquitectos, lugares y la propia génesis de los proyectos. Si la casa de Wright, paradigma de la “arquitectura orgánica”, se enraiza en una Naturaleza caracterizada por la frondosidad del bosque, las grandes rocas y la humedad del arroyo, la de Neutra se apoya superficialmente sobre un territorio inhóspito y seco en la falda de la cordillera de San Jacinto, afirmando su presencia de pabellón artificial y a la vez, observatorio de las memorias ancestrales de las montañas, los movimientos de las nubes y el silencio del desierto.
El edificio se sitúa en un solar de 60 por 90 metros dentro de una urbanización que imponía una estricta normativa respecto de las alturas y dimensiones de las casas. La planta, de unos 350 m2, se presenta como una gran cruz en planta baja, con sus dos ejes N-S y E-O que,irradiando desde la sala central, se materializan constructivamente dando lugar a jardines y patios asociados. Esos rasgos nos evocan parcialmente dos obras conocidas: la Casa de Ladrillos de Mies van der Rohe (1924) y la Casa Ward Willits de Frank Lloyd Wright (1902). El ala Este corresponde al dormitorio principal y la piscina; el ala Norte, a las habitaciones de huéspedes; el Oeste a la cocina y servicios; y el ala Sur –la más “virtual”- queda definida por una pasarela cubierta y un garaje situado tras la pared que acompaña el acceso.
Las celebradas fotografías de Julius Schulmann muestran las intenciones de Neutra de acoger y dar respuesta puntual a situaciones que imagina a través de conversaciones con sus clientes. El ejemplo más notable es el cuerpo de la glorieta que se levanta, a modo de contrapunto vertical, por encima de la casa y que Neutra –hábil propagandista- denomina “Belvedere”, conectando semánticamente nuevos y antiguos placeres. Ese espacio de la “buena vista” no es más que la culminación de una secuencia que se inicia con las miradas al amanecer que ofrece el dormitorio principal vidriado, el baño de mediodía en la piscina, la lectura a la sombra, la protección de los vientos dominantes que erizan el agua de la piscina, el brillo de los frontis de aluminio, la calculada rugosidad de la piedra trabajada por el mismo picapedrero de la Casa de la Cascada.
Dado que se trataba de una residencia temporal para el período invernal, Neutra tuvo especial cuidado en incorporar mecanismos de adecuación relativamente pasivos (voladizos, lamas de aluminio, muros ciegos opuestos a paños vidriados, paños de madera, presencia del agua, calculada jardinería) pero también otros más radicalmente artificiales como suelos y paredes radiantes para contrarrestar el frío nocturno del desierto. Todo ello transformó a esta obra –claramente emparentada con la Casa Tremaine (1948)- en un ejemplo ampliamente difundido por la prensa arquitectónica y que Richard Neutra utilizó extensamente en su libro Survival through design (1952) y en artículos posteriores como síntesis de un proceso proyectual afortunado.
Fernando Álvarez Prozorovich
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